Merced & historia

1834
Vicarios Generales O. de M.
Bastión de resistencia

(1834-1880)

La muerte del general Juan Bautista Granell, en 1834, vino a coincidir con la oleada de las leyes desamortizadoras y supresoras de religiosos llevada a cabo por los liberales en España, epicentro de la Orden. La imposibilidad de la celebración de un capítulo general hizo que el prior de Barcelona — que constitucionalmente pasaba a ser vicario general de la Orden hasta la celebración de un nuevo capítulo general — quedara como máxima autoridad, abriéndose así una nueva época de excepción del gobierno por medio de vicarios generales nombrados por la Santa Sede (1834-1880).

 

Un bastión de jóvenes frailes del convento de Barcelona, con su prior a la cabeza, pusieron su sede en Roma (1838), en la tradicional sede del procurador general, el convento de san Adrián, que se convirtió desde entonces en la sede de estos vicarios generales y posteriormente en Curia general (1880).

 

La furia liberal contra los religiosos en Francia, España, en muchas de las nuevas repúblicas hispanoamericanas y en el reciente reino liberal de Italia, hizo que la Orden de la Merced quedara reducida al refugio de Roma y a algunos conventos dispersos y empobrecidos de Hispanoamérica, sobre todo en Ecuador, Perú y Chile.

 

Esta época de los vicarios generales se caracteriza por el intento de salvaguarda del ‘resto del pueblo de Israel’ a la espera del tiempo de poder llevar a cabo una posible restauración. Destaca en ello, desde el punto de vista historiográfico, la labor del mercedario José Antonio Garí y Siumell en recapitular la ‘memoria’ de la Orden con sus obras y escritos.

 

Los vicarios generales fueron particularmente tres: Tomás Miquel (1834-1868); José Reig Estivil (1868-1869); y José María Rodríguez y Bori (1869-1879) que durante sus mandatos trataron, en lo posible, de salvaguardar las estructuras restantes y el espíritu de la Merced.