Merced & historia

Pedro Nolasco, O. de M.
Fundador

(s. XIII)

Pedro Nolasco es el santo fundador de la Orden de la Merced, nacido a finales del siglo XII y fallecido a mediados del siglo XIII. Su perfil biográfico, dentro de la hagiografía, ha estado siempre sustentado por unos escuetos datos y con una proliferación piadosa y mítica de ellos en la construcción de una vida a gusto de las sensibilidades de cada época.

 

De su biografía, en términos del moderno método histórico-crítico, conocemos poco, o menos de lo que nos gustaría, más allá de su papel como ‘fundador’, ‘primer fraile’ o ‘primer maestro general’ de la Orden de la Merced. Un ministerio, el de fundador, que en el relato clásico y maravilloso de la fundación de la Merced comparte con el rey Jaime I de Aragón y san Raimundo de Peñafort, tras la triple aparición de la Virgen María, Madre de Merced, dándoles este encargo. De esta manera el relato fundacional presenta los fundamentos en los que se desarrolló este movimiento carismático de caridad que es la Merced: intervención divina (aparición de María); bendición de la Iglesia (obispo Berenguer de Palou); patronato real (rey Jaime I); ordo canonicus de orden religiosa (Raimundo de Peñafort, OP); y frailes dispuestos a embarcarse en esta obra (Pedro Nolasco).     

       

Las primeras indicaciones geográficas del origen de Pedro Nolasco nos han llegado, como el relato fundacional, a través del maestro general Gaver (1445), que nos ofrece los elementos para conocer su lugar de nacimiento, Mansi Sanctarum Puellarum, dioecesis Sancti Pauli, esto es, de Mas de las Santas Puellas (Mas-Saintes-Puelles), diócesis de San Pablo, una pequeña localidad de Occitania entre Carcasona y Toulouse (c. 1180), así como su residencia, municeps civitatis Barchinonae, ubi suum transtulerat domicilium, es decir, ciudadano de Barcelona a donde trasladó su domicilio. Y muerto, según la tradición más aceptada, en esta misma ciudad de Barcelona en 1245.

En el último tercio del siglo XX una corriente historiográfica, sin embargo, dentro del contexto de las hodiernas sensibilidades nacionalísticas (gallus / hispanus, occitanus / catalanus), ha interpretado estos datos gaverianos afirmando que su nacimiento fue en una masía a las afueras de Barcelona. Un problema éste — el de no tener mayores pruebas del lugar y fecha de su nacimiento — que ya causó dificultad en su proceso de canonización (1628).

El nervio principal que sostiene la biografía de Pedro Nolasco desde el mismo relato gaveriano, que se repetirá y acrecentará en la hagiografía posterior, es el de la vida de un comerciante que se movía entre el Sur de la actual Francia y el Este de España (Cataluña y Valencia). Un conocedor, por tanto, de la sociedad de frontera entre la Cristiandad y el Islam, que trasformó su oficio de mercader por el de redentor de cautivos. Pedro Nolasco, por su oficio, formaba parte de uno de los colectivos puente entre ambos mundos, imbricados y enemigos a la vez, lo que le permitió ver el dolor de la cautividad y, por inspiración maternal de María, se puso al servicio de la causa de la liberación de las víctimas de esta dura vida de frontera cristiano-musulmana, los cautivos. Esto fue lo que le llevó a fundar la Orden de la B. V. María de la Merced, Redención de cautivos: una institución al servicio de los pobres cautivos que tenía como función principal llevar a cabo las redenciones por merced.          

 

La fecha de la fundación (1218), ha sido y es ‘canonizada’ en la historiografía mercedaria. El 10 de agosto de dicho año, siempre según el relato gaveriano, se tuvo un acto en la catedral de Barcelona, con el rey Jaime I, el obispo de la ciudad Berenguer de Palou, Raimundo de Peñafort OP, Pedro Nolasco y sus primeros compañeros que determinó la fundación de la Merced. Sin embargo, esto entraría en conflicto con el ‘concepto de fundación’ que se contempla en los pontificados de Inocencio III, Honorio III y Gregorio IX (1198-1241), que se entiende como fundación de cualquier orden religiosa el momento de la aprobación pontificia, que, en el caso de la Merced, se obtuvo el 17 de enero de 1235. Una fecha, no obstante, que en la historiografía mercedaria es considerada como la ‘confirmación’, ya que la misma bula reconoce la existencia previa de la institución, al ser dirigida «a los amados hijos, el maestre y los frailes de la casa de santa Eulalia de Barcelona».

 

Aunque no sobrevive ningún testimonio directo de la actividad redentiva en la época de Pedro Nolasco, sin embargo, de modo indirecto, a través de la bulas pontificias, conocemos el desarrollo de esta actividad por los primeros mercedarios. Al ocaso de la vida de Pedro Nolasco (1245), por bula de Inocencio IV, sabemos que la orden ya se había extendido con conventos, casas y posesiones por el sur mediterráneo francés (Perpiñán, Narbona) y por el reino aragonés en sus tres zonas, Aragón (Zaragoza, Calatayud, Sarrión), Cataluña (Gerona, Barcelona, Lérida, Tarragona y Tortosa) y Valencia (Valencia, El Puig, Denia) con Mallorca. Por otra parte, también parece que, en la cercanía de estos años, la presencia de estos frailes redentores de la Merced llega a las nuevas tierras conquistadas del reino de Castilla, como Sevilla (1247), entre otras.

 

En 1628, el papa Urbano VIII reconoce el culto inmemorial de Pedro Nolasco, extendiéndose así su hagiografía, iconografía y devoción por todos los lugares por donde ha existido y existe la Orden de la Merced.